lunes, 20 de mayo de 2019

VIGILAR LAS ALEGRÍAS EXAGERADAS



Una gran cantidad de bebedores (alcohólicos o no) con el simple hecho de tomar una copa, cambiaran un estado de inestabilidad interna por un estado de gozo. Este método de evadir las penas para buscar el placer ha sido descrito como el "beber por escape". 

Pero miles y miles de nosotros sabemos que frecuentemente ya estábamos en un estado agradable de la mente cuando cuidadosamente, muchos de nosotros podemos ver que a menudo bebíamos para intensificar un estado de ánimo que ya estaba de por sí excitado. 

Esta experiencia da campo a nuestra siguiente sugerencia: Tenga especial cuidado durante los momentos de celebración o esas oportunidades en las cuales se siente extraordinariamente bien. 

Cuando las cosas nos marchan perfectamente, tan sumamente bien que nos sentimos como si no fuéramos alcohólicos, tengamos cuidado. En tales ocasiones (que ocurren aun después de varios bien que nos sentimos como si no fuéramos alcohólicos, tengamos cuidado. En tales ocasiones (que ocurren aun después de varios años de sobriedad), el pensamiento de una bebida puede parecer muy natural, y se desvanece temporalmente la miseria de nuestros días de alcoholismo. El tomarnos una copa empieza a parecernos amenos amenazante, y empezamos pensar que tal vez no sería fatal, o siquiera peligrosa. 

Con toda seguridad, una sola copa tal vez no lo sería para una persona normal. Pero nuestra experiencia con los problemas del alcohol nos muestra que una copa supuestamente inocua y segura puede hacernos peligrar a quienes no somos tan normales. Tarde o temprano, nos podrá persuadir que una copa más tampoco nos hará daño. Y luego tal vez pensemos en un par adicionales. 

El trago en ocasiones de celebración o de ceremonia parece particularmente tentador a algunos de nosotros cuando tenemos motivos válidos para alegrarnos entre parientes o amigos joviales que pueden beber tranquilamente. Ese consumo parece que ejerce sobre nosotros una presión social para que tratemos de hacer lo mismo. 

Tal vez esto se deba a que el tomar un trago de etano o alcohol etílico ha sido siempre asociado en nuestra cultura con la diversión y las oportunidades alegres, así como también con algunos eventos de duelo o pesar. Las conexiones en nuestra mente pueden subsistir mucho tiempo después de haber aprendido que no tenemos necesidad de seguir bebiendo. Sabemos ahora que hay muchas formas por medio de las cuales podemos defendernos de esta presión social para beber, tal como lo hemos descrito en la página 101. Brevemente recordemos que ninguna situación nos da la disculpa o "dispensa" de nuestro alcoholismo, la enfermedad que se ve activada tan pronto como empezamos a ingerir alcohol en cualquier ocasión, por cualquier razón, o por ninguna razón en absoluto. 

Para algunos de nosotros, el impulso de tomarnos un trago agradable cuando nos estamos sintiendo particularmente bien es aún más insidioso cuando no tenemos un evento particular para celebrar, o no existe ninguna presión social para que bebamos. 

Nos puede ocurrir en los lugares y ocasiones más inesperados, y tal vez nunca lleguemos a entender las razones para que eso sea así. 

Hemos aprendido ahora a no alarmarnos cuando llega a nuestra mente la idea de tomarnos un trago. Después de todo, es un pensamiento natural para que cualquiera lo tenga en los tiempos modernos, y especialmente es muy comprensible para nosotros que hemos tenido una práctica tan extensa en ese arte. 

Pero el pensamiento de una bebida no es necesariamente lo mismo que el deseo de una bebida, y ninguno de los dos necesita sumergirnos en un océano. Ambos pueden ser apreciados simplemente como campanas de alerta para recordarnos los peligros del alcoholismo. Esos peligros son eternos, aún cuando nos sintamos tan sumamente bien como para empezar a preguntarnos si hay realmente el derecho de tener esa sensación de bienestar que a nosotros nos invade en ese momento.

(libro viviendo sobrio A.A)

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